martes, 20 de junio de 2017

REVOLUCIÓN EN LA UNIVERSIDAD: EL “GRITO DE CÓRDOBA” DEL 21 DE JUNIO DE 1918

Por Hugo Vallenas Málaga


El poderoso movimiento estudiantil que desde la ciudad de Córdoba dio inicio a la reforma universitaria argentina de 1918 rompió los moldes tradicionales de la educación superior y mostró que era posible una proyección de los centros de estudios hacia las necesidades de justicia social. Este movimiento renovador tuvo amplia repercusión en toda América Latina.

El gran lema de dicha reforma fue “la universidad no es una isla”, título recogido por el gran pensador y escritor peruano Luis Alberto Sánchez para referirse a estos temas en un libro del mismo nombre publicado en 1961.

Antecedentes peruanos

Un importante antecedente de la reforma fue aportado por el movimiento estudiantil peruano a comienzos del siglo XX. El destacado poeta y político José Gálvez Barrenechea (quien sería leal amigo del APRA), formado en las aulas de San Marcos, logró en una asamblea realizada el 13 de octubre de 1907 el acuerdo de convocar a la creación del Centro Universitario sanmarquino, embrión de la futura Federación de Estudiantes. El Centro Universitario se instaló solemnemente el 23 de setiembre de 1908 y tuvo como primer presidente a Oscar Miró Quesada, conocido en el ambiente periodístico e intelectual como “Racso”.

El Centro Universitario dio gran importancia a la libertad de pensamiento y la extensión universitaria (“difundir la cultura entre quienes más la necesitan”), así como a la fraternidad estudiantil en el continente. En ese marco, impulsó los Congresos Estudiantiles Americanos de Montevideo (1908), Buenos Aires (1910) y Lima (1912).

El Congreso de Lima fue sumamente significativo. En este último se suscribieron documentos en favor de la reforma universitaria, la paz en el continente (había tensiones limítrofes entre Perú y Ecuador y entre Perú y Chile por la recuperación de Tacna y Arica) y se propuso lograr la unidad estudiantil en las Américas. Con este última finalidad de aprobó en el Congreso el “Himno de los estudiantes americanos”, con música del chileno Enrique Soro y letra del peruano José Gálvez. Sus versos de emotivo idealismo —“¡Juventud, juventud, torbellino, soplo eterno de eterna ilusión; fulge el sol en el largo camino que ha nacido la nueva canción!”— se cantaron en los patios universitarios de Córdoba en 1918 y en todas las universidades que se acogieron a los ideales de la reforma.

Cómo fue el “cordobazo


Los estudiantes de Córdoba inician la histórica protesta el 15 de junio de 1918

Las acciones de protesta demandando la reforma tuvieron inicio el 15 de junio de 1918 en la Universidad de Córdoba, Argentina; siguiendo el mismo ejemplo las de Buenos Aires, la Plata y Tucumán en muy pocos días. La fecha simbólica de este proceso fue el 21 de junio, día en que los estudiantes publicaron un “Manifiesto de los Hombres Libres”, dirigido a los estudiantes de todo el continente llamándolos a sumarse a la reforma en sus propios países. Desde entonces se recuerda el 21 de junio y dicho Manifiesto como “el grito de Córdoba”.
El gran conductor de la protesta cordobesa fue el estudiante de derecho Deodoro Roca, principal redactor del “Manifiesto de los Hombres Libres”. Deodoro Roca fue influyente periodista, promotor de la unidad de América latina y defensor de los Derechos Humanos. Otros líderes notables del movimiento de Córdoba fueron los estudiantes Enrique F. Barros, Alfredo Castellanos y Horacio Miravet.

Uno de los grandes líderes universitarios de la reforma argentina de 1918 fue el dirigente universitario de Buenos Aires, Gabriel del Mazo, perteneciente inicialmente a las filas del Partido Radical. Fue amigo de larga data de Víctor Raúl Haya de la Torre y del movimiento aprista con el paso de los años. Es autor de una formidable obra en tres tomos que documenta el proceso de reforma en toda América Latina.

Un gran colaborador de los estudiantes reformistas fue el joven diputado socialista Alfredo Lorenzo Palacios, autor del libro “La Universidad nueva” (1920, ampliado en 1925), que dio sólido sustento a las nuevas ideas sobre el destino y la organización de las universidades. Palacios incluso realizó una gira continental con el fin de propagandizar el “grito de Córdoba” y visitó el Perú en mayo de 1919. Entabló entrañable amistad con Haya de la Torre y los futuros fundadores del APRA y fue leal aliado en todas las batallas libradas por el movimiento indoamericanista por pan y libertad.

No fue casual que luego de la visita de Palacios al Perú, se inicie el movimiento por la reforma universitaria en el Perú, en junio de 1919, cuyas grandes figuras fueron Haya de la Torre, Manuel Seoane, Raúl Porras, Luis Alberto Sánchez, Jorge Guillermo Leguía y Manuel Abastos.

El pensamiento reformista

La reforma universitaria argentina tuvo fuentes de inspiración muy importantes. En lo social recibió el impacto de la revolución mexicana y también en cierta medida de la revolución rusa, pero en el campo de las ideas, estuvo fuertemente orientada por el “arielismo”, pensamiento educativo centrado en la búsqueda de la unidad y la identidad de América Latina a partir de la educación y la cultura creadora, siguiendo los postulados del libro “Ariel”, obra del uruguayo José Enrique Rodó.

Otra influencia importante fue la del escritor y educador Leopoldo Lugones, quien añadió al pensamiento “arielista” los principios del librepensamiento europeo y del anarquismo.

El “grito de Córdoba” reclamaba educación pública laica y gratuita, pero sobre todo renegaba de la política tradicional y llamaba a las clases trabajadoras a tomar conciencia de sus derechos sin la intromisión de los partidos tradicionales. El mismo mensaje se difundió en el Perú, siguiendo la huella señera librepensadora de don Manuel González Prada.

En el aspecto estrictamente universitario, los postulados del Grito de Córdoba se resumían en:

La defensa intransigente de la autonomía universitaria contra todo control estatal;

El cogobierno democrático de los estamentos universitarios (docentes, estudiantes y trabajadores), considerando en forma especial el derecho de los estudiantes a la organización gremial y a la representación en los órganos de gobierno de la universidad;

La libertad de cátedra, el derecho de “tacha” estudiantil a los profesores inadecuados y a los cursos retrógrados y anticientíficos; concurso de méritos para la designación de catedráticos.

El fomento de la Extensión Universitaria, brindando cultura, conciencia de sus derechos y facilidades educativas a la población trabajadora.

Acción social y antiimperialismo; defensa activa de las libertades y  los derechos de los más necesitados y acción efectiva por la unidad y la defensa territorial de América Latina contra toda agresión del exterior.


El histórico manifiesto de Córdoba

Este es el texto completo del “Manifiesto de los Hombres Libres” del 21 de junio de 1918. Todo estudiante universitario de América debe conocerlo:

“La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sudamérica:

“Hombres de una República libre, acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana.
 
“La rebeldía estalla en Córdoba y es violenta porque aquí los tiranos se habían ensoberbecido y era necesario borrar para siempre el recuerdo de los contrarrevolucionarios de Mayo. Las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y
lo que es peor aún el lugar en donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara. Las universidades han llegado a ser así fiel reflejo de estas sociedades decadentes que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad senil. Por eso es que la ciencia frente a estas casas mudas y cerradas, pasa silenciosa o entra mutilada y grotesca al servicio burocrático. Cuando en un rapto fugaz abre sus puertas a los altos espíritus es para arrepentirse luego y hacerles imposible la vida en su recinto. Por eso es que, dentro de semejante régimen, las fuerzas naturales llevan a mediocrizar la enseñanza y el ensanchamiento vital de los organismos universitarios no es el fruto del desarrollo orgánico, sino el aliento de la periodicidad revolucionaria.


“Nuestro régimen universitario aun el más reciente es anacrónico. Está fundado sobre una especie de derecho divino; el derecho divino del profesorado universitario. Se crea a sí mismo. En él nace y en él muere. Mantiene un alejamiento olímpico. La Federación Universitaria de Córdoba se alza para luchar contra este régimen y entiende que en ello le va la vida. Reclama un gobierno estrictamente democrático y sostiene que el demos universitario, la soberanía, el derecho a darse el gobierno propio radica principalmente en los estudiantes. El concepto de autoridad que corresponde y acompaña a un director o un maestro en un hogar de estudiantes universitarios no puede apoyarse en la fuerza de disciplinas extrañas a la sustancia misma de los estudios. La autoridad, en un hogar de estudiantes, no se ejercita mandando, sino sugiriendo y amando: enseñando. 

“Si no existe una vinculación espiritual entre el que enseña y el que aprende, toda enseñanza es hostil y por consiguiente infecunda. Toda la educación es una larga obra de amor a los que aprenden. Fundar la garantía de una paz fecunda en el artículo conminatorio de un reglamento o de un estatuto es, en todo caso, amparar un régimen cuartelario, pero no una labor de ciencia. Mantener la actual relación de gobernantes a gobernados es agitar el fermento de futuros trastornos. Las almas de los jóvenes deben ser movidas por fuerzas espirituales. Los gastados resortes de la autoridad que emana de la fuerza no se avienen con lo que reclaman el sentimiento y el concepto moderno de las universidades. El chasquido del látigo sólo puede rubricar el silencio de los inconscientes o de los cobardes. La única actitud silenciosa, que cabe en un instituto de ciencia es la del que escucha una verdad o la del que experimenta para crearla o comprobarla. 

“Por eso queremos arrancar de raíz en el organismo universitario el arcaico y bárbaro concepto de autoridad que en estas casas de estudio es un baluarte de absurda tiranía y sólo sirve para proteger criminalmente la falsa dignidad y la falsa competencia. Ahora advertimos que la reciente reforma, sinceramente liberal, aportada a la Universidad de Córdoba por el doctor José Nicolás Matienzo, sólo ha venido a probar que el mal era más afligente de lo que imaginábamos y que los antiguos privilegios disimulaban un estado de avanzada descomposición.

“La reforma Matienzo no ha inaugurado una democracia universitaria; ha sancionado el predominio de una casta de profesores. Los intereses creados en torno de los mediocres han encontrado en ella un inesperado apoyo. Se nos acusa de insurrectos en nombre de un orden que no discutimos, pero que nada tiene que hacer con nosotros. Si ello es así, si en nombre del orden se nos quiere seguir burlando y embruteciendo, proclamamos bien alto el derecho sagrado a la insurrección. Entonces, la única puerta que nos queda abierta a la esperanza es el destino heroico de la juventud. El sacrificio es nuestro mejor estímulo; la redención espiritual de las juventudes americanas nuestra única recompensa, pues sabemos que nuestras verdades lo son y dolorosas- de todo el continente. ¿Qué en nuestro país una ley se dice, la ley de Avellaneda, se opone a nuestros anhelos? Pues a reformar la ley, que nuestra salud moral lo está exigiendo.

“La juventud vive siempre en trance de heroísmo. Es desinteresada, es pura. No ha tenido tiempo aún de contaminarse. No se equivoca nunca en la elección de sus propios maestros. Ante los jóvenes no se hace mérito adulando o comprando. Hay que dejar que ellos mismos elijan sus maestros y directores, seguros de que el acierto ha de coronar sus determinaciones. En adelante, sólo podrán ser maestros en la futura república universitaria los verdaderos constructores de almas, los creadores de verdad, de belleza y de bien.
 
“La juventud universitaria de Córdoba cree que ha llegado la hora de plantear este grave problema a la consideración del país y de sus hombres representativos.


“Los sucesos acaecidos recientemente en la Universidad de Córdoba, con motivo de la elección rectoral, aclaran singularmente nuestra razón en la manera de apreciar el conflicto universitario. La Federación Universitaria de Córdoba cree que debe hacer conocer al país y a América las circunstancias de orden moral y jurídico que invalidan el acto electoral verificado el 15 de junio. Al confesar los ideales y principios que mueven a la juventud en esta hora única de su vida, quiere referir los aspectos locales del conflicto y levantar bien alta la llama que está quemando el viejo reducto de la opresión clerical.

“En la Universidad Nacional de Córdoba y en esta ciudad no se han presenciado desórdenes; se ha contemplado y se contempla el nacimiento de una verdadera revolución que ha de agrupar tan pronto bajo su bandera a todos los hombres libres del continente Referiremos los sucesos para que se vea cuánta razón nos asistía y cuánta vergüenza nos sacó a la cara la cobardía y la perfidia de los reaccionarios. Los actos de violencia de los cuales nos responsabilizamos íntegramente, se cumplían como el ejercicio de puras ideas. Volteamos lo que representaba un alzamiento anacrónico y lo hicimos para poder levantar siquiera el corazón sobre esas ruinas. Aquellos representan también la medida de nuestra indignación en presencia de la miseria moral, de la simulación y del engaño artero que pretendía filtrarse con las apariencias de la legalidad. El sentido moral estaba oscurecido en las clases dirigentes por un fariseísmo tradicional y por una pavorosa indigencia de ideales. 

“El espectáculo que ofrecía la asamblea universitaria era repugnante. Grupos de amorales deseosos de captarse la buena voluntad del futuro rector exploraban los contornos en el primer escrutinio, para inclinarse luego al bando que parecía asegurarse el triunfo, sin recordar la adhesión públicamente empeñada, el compromiso de honor contraído por los intereses de la Universidad. Otros
los más en nombre del sentimiento religioso y bajo la advocación de la Compañía de Jesús, exhortaban a la traición y al pronunciamiento subalterno. (¡Curiosa religión la que enseña a menospreciar el honor y deprimir la personalidad! ¡Religión para vencidos o para esclavos!). Se había obtenido una reforma liberal mediante el sacrificio heroico de una juventud. Se creía haber conquistado una garantía y de la garantía se apoderaban los únicos enemigos de la reforma. En la sombra los jesuitas habían preparado el triunfo de una profunda inmoralidad. Consentirla habría comportado otra traición. A la burla respondimos con la revolución. La mayoría expresaba la suma de la represión, de la ignorancia y del vicio. Entonces dimos la única lección que cumplía y espantamos para siempre la amenaza del dominio clerical. 

“La sanción moral es nuestra. El derecho también. Aquellos pudieron obtener la sanción jurídica, empotrarse en la ley. No se lo permitimos. Antes que la iniquidad fuera un acto jurídico, irrevocable y completo, nos apoderamos del salón de actos y arrojamos a la canalla, sólo entonces amedrentada, a la vera de los claustros. Que esto es cierto, lo patentiza el hecho de haber, a continuación, sesionado en el propio salón de actos la Federación Universitaria y de haber firmado mil estudiantes sobre el mismo pupitre rectoral, la declaración de huelga indefinida.

“En efecto, los estatutos reformados disponen que la elección del rector terminará en una sola sesión, proclamándose inmediatamente el resultado, previa lectura de cada una de las boletas y aprobación del acta respectiva. Afirmamos, sin temor de ser rectificados, que las boletas no fueron leídas, que el acta no fue aprobada, que el rector no fue proclamado y que, por consiguiente, para la ley, aún no existe rector de esta Universidad. 

“La juventud universitaria de Córdoba afirma que jamás hizo cuestión de nombre ni de empleos. Se levantó contra un régimen administrativo, contra un método docente, contra un concepto de autoridad. Las funciones públicas se ejercitaban en beneficio de determinadas camarillas. No se reformaban ni planes ni reglamentos por temor de que alguien en los cambios pudiera perder su empleo. La consigna de hoy para ti, mañana para mí, corría de boca en boca y asumía la preeminencia de estatuto universitario. Los métodos docentes estaban viciados de un estrecho dogmatismo, contribuyendo a mantener a la universidad apartada de la ciencia y de las disciplinas modernas. Las lecciones, encerradas en la repetición interminable de viejos textos, amparaban el espíritu de rutina y de sumisión. Los cuerpos universitarios, celosos guardianes de los dogmas, trataban de mantener en clausura a la juventud, creyendo que la conspiración del silencio puede ser ejercitada en contra de la ciencia. Fue entonces cuando la oscura universidad mediterránea cerró sus puertas a Ferri, a Ferrero, a Palacios y a otros, ante el temor de que fuera perturbada su plácida ignorancia. Hicimos entonces una santa revolución y el régimen cayó a nuestros golpes.
 
“Creímos honradamente que nuestro esfuerzo había creado algo nuevo, que por lo menos la elevación de nuestros ideales merecía algún respeto. Asombrados contemplamos entonces como se coligaban para arrebatar nuestra conquista los más crudos reaccionarios. 

“No podemos dejar librada nuestra suerte a la tiranía de una secta religiosa, ni al juego de intereses egoístas. A ellos se nos quiere sacrificar. El que se titula rector de la Universidad de San Carlos ha dicho su primera palabra: Prefiero antes de renunciar que quede el tendal de cadáveres de los estudiantes. Palabras llenas de piedad y de amor, de respeto reverencioso a la disciplina; palabras dignas del jefe de una casa de altos estudios. No invoca ideales ni propósitos de acción cultural. Se siente custodiado por la fuerza y se alza soberbio y amenazador. ¡Armoniosa lección que acaba de dar a la juventud el primer ciudadanos de una democracia universitaria!. Recojamos la lección, compañeros de toda América; acaso tenga el sentido de un presagio glorioso, la virtud de un llamamiento a la lucha suprema por la libertad; ella nos muestra el verdadero carácter de la autoridad universitaria, tiránica y obcecada, que ve en cada petición un agravio y en cada pensamiento una semilla de rebelión.
 
“La juventud ya no pide Exige que se le reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio en los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos. Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa.
 
“La juventud universitaria de Córdoba, por intermedio de su federación, saluda a los compañeros de la América toda y les incita a colaborar en la obra de libertad que inicia”.

Firmas: Enrique F. Barros, Ismael C. Bordabehére, Horacio Valdés, presidentes. Gumersindo Sayago, Alfredo Castellanos, Luis M. Méndez, Jorge L. Bazante, Ceferino Garzón Maceda, Julio Molina, Carlos Suárez Pinto, Emilio R. Biagosch, Angel J. Nigro, Natalio J. Saibene, Antonio Medina Allende y Ernesto Garzón.

2 comentarios:

  1. Felicitaciones Jesús Josué Ramos Falcón por difundir estos testimonios que no deben olvidarse.

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  2. Abrazo fraterno y gracias a usted c.Hugo Vallenas por el aporte. Siempre es bueno saber los orígenes de la Revolución Universitaria.
    ¡SEASAP!

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